Un escalofrío te recorre la columna. Tus sienes se perlan de sudor helado. Tus labios están secos. Tus rodillas parecen de gelatina, y tus dedos tiemblan tanto que no puedes ni sostener un vaso. ¿Puedes sentirlo? El miedo llama a tu puerta. La oscuridad te reclama.
¡¡¡VADE RETRO, VADE RETRO!!! |
Antes de empezar, me apetece ser un poco pedante (¡Nada nuevo en el frente!) y hablar sobre algo que sólo a mí me interesa. En torno al Planeta Rojo orbitan dos pequeños satélites llamados Fobos y Deimos, dos insignificantes rocas que vuelan, ciegas y sin vida, cerca de su padre. Y es que Marte, el dios de la guerra, tuvo dos hijos llamados, precisamente, Fobos y Deimos: Pánico y Terror (en otras palabras: miedo irracional y miedo racional). Ya en tiempos antiguos la gente hacía distinción entre dos emociones diferentes, pero íntimamente ligadas. Hoy en día, la separación es otra: Terror y Horror. Aunque cada académico y escritor aplica su propia distinción, la versión que yo emplearé es la siguiente: el Terror es la anticipación de que algo malo está a punto de ocurrir (es asesino podría estar oculto en cualquier esquina oscura), mientras que el Horror es la desazón causada por la atrocidad que ha sucedido (la heroína entra en la habitación donde yace acuchillada su mejor amiga). Las dos emociones son, a mi entender, subcategorías de la emoción mayor que es el Miedo. Aunque las escenas seleccionadas pueden pertenecer a una u otra categoría (¡O ambas a la vez!), me esforzaré por dejar claro el lenguaje usado en cada una.
Otro par de notas: La primera es que las escenas no tienen por qué pertenecer al género de terror; la cuestión es que la escena en sí misma evoque miedo en el espectador. La segunda es que, por motivos obvios, los links podrían mostrar escenas desagradables o capaces de herir la sensibilidad. Se recomienda cautela.
No temáis, porque voy a estar con vosotros en este viaje. No lo digo por fanfarronear, pero lo cierto es que no soy nada fácil de asus...
¡Aaaaah! |
¡MALDITA SEA, WATSON, DEJE DE DARME ESOS SUSTOS!
#1: El VHS embrujado (El Círculo, Hideo Nakata, 1998)
En ocasiones, lo
que nos produce los peores escalofríos no son los miedos que podamos
racionalizar. A veces, son las experiencias que penetran en nuestro
subconsciente y arraigan en nuestro cerebro reptil las que de verdad nos hacen
temblar. De esta manera, son procesos mentales como el simbolismo, las líneas de
pensamiento y la asociación de ideas las que más nos pueden incomodar si se
hacen de manera correcta.
Entra en escena Ringu, “El Anillo”, la película japonesa
en la que una chica fantasma con las uñas arrancadas sale de una pantalla (sólo he visto la versión
japonesa, pero tengo entendido que el remake de Hollywood es bastante bueno). Y
sí, el espectro vengativo de Sadako da miedo, no cabe duda, y su mirada de odio
irracional y el gesto de agonía de sus víctimas son capaces de helarle a uno la
sangre. Pero, a decir verdad, la parte que a mí me quitó el sueño por la noche
es la cinta de vídeo.
Ringu trata de una reportera llamada Reiko (Nanaka Matsushima) y su exmarido Ryuji (Hiroyuki Sanada) y su investigación de una cinta de
VHS embrujada que, según cuenta la leyenda urbana local, causa la muerte de
quien la vea al cabo de siete días. En efecto, Reiko averigua que cuatro
jóvenes fallecieron recientemente en circunstancias inexplicables (sus corazones se detuvieron y sus rostros se congelaron en un paroxismo de terror) siete días después
de haber visto ese misterioso vídeo. Encuentra la endemoniada cinta en
un camping y la reproduce, y lo que ve es…
Un perro andaluz.
Vale, es broma, pero no me alejo por mucho. El contenido del VHS es, funcionalmente, una obra aparentemente surrealista metida dentro de la película que has pagado por ver. Un círculo de cielo nocturno. Una mujer en un espejo. La palabra “erupción” flotando en el vacío. Gente arrastrándose en el suelo. Un hombre con una mortaja señalando algo que no podemos ver. Un ojo con la palabra “Sada” reflejada en la pupila. Un pozo, y una sombra que se mueve dentro. Y digo “aparentemente” surrealista porque, en realidad, la mayoría de esas imágenes cobra significado concreto más adelante en la trama.
Las imágenes no
son inmediatamente aterradoras, pero sí que son ominosas. La música disonante
produce incomodidad, y las ideas que la película evoca son extremadamente
enervantes. La cosa se pone mucho, muchísimo peor cuando el diablo de la mente
hace la pregunta:
Vale, la cinta está embrujada, pero… ¿quién rodó la
película?
Cuando me di
cuenta de la respuesta, pasé una mala noche.
#2: La Peor Indigestión (Alien: El Octavo Pasajero, Ridley Scott, 1979)
Uno de los trucos
más viejos de las historias de terror es engañarte, haciéndote pensar que “no,
en serio, el monstruo ha muerto”. La cámara flota sobre el cuerpo del asesino,
suena música suave, y los protagonistas suspiran de alivio. Se alejan de la
cámara y entonces salta el monstruo de nuevo, malherido pero extremadamente
enfadado, y tienen que rematar la faena. Ninguna película lo ha hecho tan bien
como Alien: El Octavo Pasajero. De
hecho, lo hace tan bien que lo hace dos veces.
Alien, igual que Terminator (hablaremos luego de esa), tiene
exactamente dos películas buenas, y casualmente tienen el mismo patrón: una
obra maestra de terror, una película de acción muy buena y el resto porquería.
La primera película de la serie es, además, peculiarmente básica y simple: la
tripulación de la nave estelar Nostromo, básicamente siete camioneros espaciales, gente
normal y corriente simplemente haciendo un curro de transporte, reciben una
señal de un planeta inexplorado. Al descender, encuentran cadáveres extraterrestres
fosilizados y unos extraños huevos. Kane (John Hurt), un miembro de la
tripulación, es atacado por una criatura que se le adhiere a la cara como una
grotesca combinación de lamprea, mantarraya y araña. Cuando le llevan a la nave
para desinfección, todos los esfuerzos para sacarle el parásito son en balde.
Al cabo de unas horas, no obstante, la criatura simplemente muere y Kane vuelve
en sí, aturdido, pero contento de haber sobrevivido a la ordalía.
Todos celebran.
Ya habrá tiempo de escribir informes y demás, pero uno de los suyos está vivo,
así que toca una buena comilona. La escena es tranquila, sin música, sin
efectos de cámara, y con un buen rollo entre los participantes genuino. Y
entonces John Hurt, haciendo honor a su nombre, empieza a sufrir espasmos, como
si estuviera teniendo un ataque. El dolor que siente es palpable, como lo es la
preocupación de sus colegas. Y entonces su pecho explota en un reguero de
sangre, y la cabeza de un extraterrestre asoma. Kane fue infectado, y la cosa se acaba de poner realmente fea.
La escena es
famosa, entre otras cosas, por el susto que se llevaron los actores. Sabían lo
que iba a pasar en la escena, pero nadie les había dicho que les iban a rociar
con sangre a presión, lo que les causó un pánico auténtico. A veces la mejor
interpretación es la que no es una interpretación en absoluto.
Es curioso que
una de las cosas más aterradoras que hay es no saber qué está causándote
terror. Las cosas son menos horribles cuando eres capaz de darles nombre. Pero
si no sabes qué está haciéndote gritar, no hay nada que puedas hacer para
remediarlo.
El reportero
Tintín no es conocido por meterse en situaciones escalofriantes. Sí que es
conocido por involucrarse en toda suerte de aventuras emocionantes, viajando
por el mundo con su fiel perro Milú y el simpático cascarrabias, el Capitán
Haddock. Tintín se ha enfrentado a gánsteres, dictadores, comunistas,
conspiraciones criminales, tiburones, ladrones de tesoros e incluso al frío del
espacio. Pero ahora se enfrentará al miedo en estado puro.
Para ésta entrada
voy a violar una regla personal y hablar sobre una serie de televisión: Las
Aventuras de Tintín, la serie de dibujos de Francia y Canadá basada en los
cómics de Hergé. Aquí voy a centrarme en el episodio Las Siete Bolas de Cristal:
Parte 2. Lo que ha sucedido es que siete exploradores que habían vuelto de una
expedición en los Andes han sido amenazados por la maldición de la momia Inca
de Rascar Capá. ¡Ridículo!, piensan todos. Pero, uno a uno, cada explorador es
atacado en su habitación. Una bola de cristal es arrojada a sus pies y el
explorador cae en letargo. ¿Acaso la momia ha cumplido su venganza? Unos días
después, Tintín recibe la llamada telefónica del hospital donde se hospedan las
siete víctimas. Según parece, un extraño fenómeno tiene lugar con una
regularidad pasmosa. Sacan a la esposa de uno de los exploradores de la
habitación, ya que nadie debería ver a sus seres queridos en lo que está a
punto de acontecer.
Da la hora. Todos
a la vez, en un coro de demencia, abren sus ojos como platos, y sus bocas
empiezan a gritar. Y gritar. Y gritar. Gritan como si alguien les estuviera
arrancando el alma de sus huesos. Gritan como si el Abismo fuera a engullirles.
Gritan como si huberan divisado al coloso alzándose entre las brumas del mar. Gritan
como si demonios invisibles les susurraran secretos espantosos en el oído, como
si sus ojos y sus dientes trataran de escapárseles de la cara.
Y no están
gritando a algo, o por algo. Simplemente gritan tan fuerte
como pueden hacerlo. La escena es extremadamente breve, pero la he tenido
clavada en la mente desde chiquitín. Esta escena, por corta que sea, evoca una
especie de espanto trascendental que parece ir más allá de otras formas de
pavor. Lamentablemente, la explicación llega en la secuela, El Templo del Sol:
Parte 2, lo cual reduce considerablemente el horror incomprensible de este
momento, pero no deja de resultarme espeluznante cada vez que la veo.
https://www.youtube.com/watch?v=7LXZ4TQQp3k
#4: De entre las llamas (Terminator, James Cameron, 1984)
No todo el terror
es de tipo psicológico: un monstruo auténticamente horrible es perfectamente
capaz de hacernos arruinar los pantalones. Para mí, unos de los monstruos más
pavorosos es Terminator, el
Exterminador. La gente tiende a olvidarlo, pero el robot asesino de Arnold
Schwartzenegger empezó como una criatura verdaderamente aterradora. No fue hasta la secuela, Terminator 2: El Día del Juicio, que se
convirtió en un héroe de acción, y la tercera, Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas, que se convirtió en un
chiste sin gracia. Y por algún motivo vamos por la sexta. Deprimente.
La cuestión es
que Terminator es una película de
terror con un monstruo poco convencional, ya que no usa garras ni embrujos,
sino rifles y escopetas. La joven Sarah Connor (Linda Hamilton) es perseguida
por las calles de Los Ángeles por un asesino despiadado e imparable (Arnie),
pero recibe la protección de un vagabundo llamado Kyle Reese (Michael Biehn).
Kyle le explica que tanto él como su cazador son de un futuro donde el súper
ordenador Skynet ha devastado la mayor parte de la humanidad y usa un ejército
de máquinas para eliminar a los que quedan. Sarah es la madre del líder de la
resistencia, la mayor esperanza de nuestra especie. Skynet, con la intención de
matar a la serpiente mientras aún está en el huevo, envió atrás en el tiempo a
un Exterminador T-800, un robot asesino capaz de infiltrarse en la sociedad y
hacerse pasar por humano gracias a la capa de carne y piel sintética que tiene
por encima de su endoesqueleto metálico. Si mata a Sarah Connor, la Humanidad
se quedará sin salvador. Kyle es el guardaespaldas enviado a protegerla. Aunque
Sarah duda de él por motivos obvios, varias huidas por los pelos y una matanza
en comisaría acaban convenciéndola de la cordura de su protector. Al T-800, al
fin y al cabo, no se le puede intimidar, sobornar ni negociar con él, pues carece de
piedad, miedo o remordimientos, y ha matado a mucha gente para llegar hasta
Sarah con fría eficiencia y letalidad.
Llegando el final
de la película, el Exterminador no ha dejado de perseguir a Kyle y Sarah. Le
han disparado, atropellado, lanzado explosivos y le ha arrollado un camión. Lo
más que le ha hecho eso ha sido dañarle la pierna un poco y levantarle la piel
de la cara, revelando su siniestro ojo cibernético. Ahora está conduciendo un
camión cisterna, dispuesto a aplastar a su objetivo. La persecución es intensa,
pero Kyle logra meter un explosivo en el tubo de escape, causando una explosión
gigantesca que vaporiza el camión al completo. El asesino está muerto y Sarah
está a salvo.
Por desgracia para ellos, justo cuando suspiran aliviados y alegres, algo se mueve entre los
escombros ardientes. Con la carne sintética quemada, un esqueleto de metal, una especie de Quinto Jinete del
Apocalipsis, se alza entre las llamas. Contemplad el T-800 en toda su monstruosa
gloria. A nivel literal, es el monstruo invulnerable, dispuesto a cumplir su cometido sin
importar lo que le hagas. A nivel simbólico, es la furia infinita de Skynet
alzándose entre las llamas del Armagedón. No escaparás a su mirada electrónica,
ni a sus garras metálicas. No puedes evitar tu final.
La persecución
que sigue, con Kyle, Sarah y el T-800 bastante malogrados en una planta siderúrgica es realmente memorable. La
criatura fue animada con tecnología de Stop-Motion, y lo cierto es que resulta
extremadamente inquietante. Bastante más aterrador, me atrevo a decir, que
cualquier versión digital (incluyendo el T-1000). El director James Cameron
dijo que ésta escena y, en realidad, toda la película, fueron el fruto de las
pesadillas que tuvo durante una fiebre realmente mala. La verdad es que me lo
creo. El T-800 alzándose entre las llamas, imparable e impertérrito es,
francamente, el material del que están hechas las pesadillas.
#5: ¡Hay que desfibrilar! (La Cosa, John Carpenter, 1982)
A veces el miedo
se expresa de manera sutil, como una idea horrible que penetra poco a poco en
la mente. Otras veces explota en la cara en una marea de violencia, sangre y
espanto. No obstante, esa explosión sólo funciona si es la culminación lógica
de un pavor más insidioso que se ha infiltrado de manera paulatina en la
película. No es un mero susto (lo que llaman un “jumpscare”), ya que contiene
sustancia narrativa, no sólo la textura superficial del terror. Ejemplos como
éste son la aparición de los Cenobitas en Hellraiser, la fuga de Haníbal Lecter en El Silencio de los Corderos o la madre de Norman Bates acuchillando a Janet Leigh
en la ducha en Psicosis. Para mí, no
obstante, la quintaesencia de éste tipo de escena de horror tiene lugar en La Cosa de John Carpenter (no he visto
la versión que produjo Howard Hawks y no me he molestado en recordar nada de la
de 2011).
En ésta obra
maestra doce hombres trabajan en una estación en la Antártida, aislados del
resto del mundo a causa de las tormentas glaciares, cuando descubren una
entidad alienígena capaz de adoptar la forma de las criaturas que asimila e
infecta, o de desarrollar toda suerte de apéndices monstruosos y grotescos. Cualquiera
de entre los doce podría ser la Cosa. Deben impedir que el monstruo escape de
su confinamiento en la Antártida, pues podría infectar todo el planeta si
escapase. Tienen lanzallamas para destruir el monstruo, pero no pueden fiarse
de nadie: si se quedan a solas con la Cosa, ésta podría infectarles a ellos
también.
La paranoia
incrementa. Los perros han muerto. Uno de los hombres ha sido infectado, y han
tenido que incinerarle. Han saboteado las muestras de sangre. Blair (Wilford
Brimley) ha enloquecido y han tenido que encerrarle. El piloto de helicóptero MacReady
(Kurt Russel) ha sido abandonado en la nieve, y ha vuelto, aterido, extremadamente
cabreado y armado con un lanzallamas (Nota: Nunca cabrees a un tío con un
lanzallamas, la cosa suele acabar mal). Norris (Charles Hallahan) parece sufrir
un infarto, y el Doctor Copper (Richard Dysart) se prepara para desfibrilarle. Todos
dentro se están acusando mutuamente. El desfibrilador golpea el pecho de Norris
y… ¿cómo explicarlo?
Vemos de primera
mano la obscena monstruosidad de la Cosa. El pecgo de Norris se abre como si
fuera una boca con dientes enormes, y le cercena las manos al Doctor, que muere
en el acto. Todos dejan de discutir. Del pecho abierto erupciona una columna de
carne, con figuras a medio formar (probablemente de criaturas a las que
imitar). La Cosa chilla con una voz que no es de éste mundo. MacReady dispara
su lanzallamas, pero un fragmento de ése horror cósmico se separa, la cabeza de
quien creían era Norris, y desarrolla patas y se trata de escabullir. Aunque
también logran incinerarla a tiempo, los problemas de ésta gente sólo pueden ir
a peor a partir de ésta escena.
Ésta es
posiblemente la escena más icónica de la película (la cual tiene unas cuantas
escenas de lo más icónicas), pero es la culminación perfecta para una montaña
de paranoia que se ha estado acumulando, además de ser una de las mejores
secuencias de gore jamás rodada. Y los efectos especiales empleados son
realmente asombrosos, empleando una compleja combinación de marionetas y
animatrónicos que todavía me dejan pasmado, además de estar entre los mejores diseños de monstruos de todos los tiempos. Espantosamente magnífico.
Aquí os paso el link al artículo paralelo de Miguel en El Vertedero de las Ideas:
https://elvertederodeideas.wordpress.com/2019/10/31/top-5-escenas-de-terror/?fbclid=IwAR2iGUM2TtdAD20sLhWaab7DIjN5IL6L32ep6HRJgvM2HeYkMVNeZfZY5xI
Y de Leticia en La Pesada:
https://lapesada.wordpress.com/2019/10/31/top-5-escenas-de-terror/?fbclid=IwAR1Hl4yfenSZEu2z1h-iSB439OmrTIWZihxGSq8LkADkf-Nyw3R0KZ7dsio
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https://elvertederodeideas.wordpress.com/2019/10/31/top-5-escenas-de-terror/?fbclid=IwAR2iGUM2TtdAD20sLhWaab7DIjN5IL6L32ep6HRJgvM2HeYkMVNeZfZY5xI
Y de Leticia en La Pesada:
https://lapesada.wordpress.com/2019/10/31/top-5-escenas-de-terror/?fbclid=IwAR1Hl4yfenSZEu2z1h-iSB439OmrTIWZihxGSq8LkADkf-Nyw3R0KZ7dsio
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La semana que viene, practica tus artes de oratoria para Cinco Grandes Monólogos. ¡Hasta pronto!