Hay una famosa anécdota en la que el director Howard
Hawks respondió a la pregunta “¿Qué es necesario para hacer una
buena película?”, a lo que él respondió: “Que tenga al menos tres grandes escenas y ni
ninguna mala”. Aunque se puede debatir sobre si esa afirmación es razonable, no
cabe duda de que nos encanta rememorar y hablar sobre nuestras escenas
favoritas. Y eso es lo que mi amigo Miguel Ruiz Sarasa, de "El Vertedero de Ideas" y yo nos proponemos
hacer: hablar sobre escenas memorables y fantásticas del séptimo arte. Lo que
haremos será ponerlas por categorías, y cada semana o media semana hablaremos,
cada uno en su blog, de cinco escenas que consideramos de las mejores de ese
tipo: cinco escenas de miedo, cinco de tiroteos, cinco escenas musicales, etc.
En esta semana, no hay mejor forma de empezar que por el propio comienzo. En
este caso, cinco introducciones a personajes: cómo se presentan por primera vez
ante nosotros, y qué primera impresión nos causan. El link al artículo de
Miguel estará al final de éste.
ALERTA DE SPOILERES:
Si aún no has
visto Seven, de David Fincher,
sáltate la entrada 2 o, mejor todavía, vete a ver la película.
#1: Blade (Wesley Snipes), en Blade (Stephen Norrington,
1998)
A veces no hay
mejor forma de empezar que yendo a saco. Mientras que muchos héroes de acción
(y, sin duda, la mayoría de superhéroes) son presentados poco a poco,
apareciendo ante nuestros ojos como gente normal y corriente, o por lo menos
razonable y pacífica antes de que alguien arroje el guante, no es así con el asesino de vampiros, Blade, interpretado
por Wesley Snipes.
Empezamos la película con un
desgraciado que cree que ha ligado con una sensual chica gótica, la cual le
lleva a su club favorito, donde la gente baila a todo trapo. Ahí descubre, para
su horror, que los aspersores de techo están esparciendo sangre por todos
lados, que los feligreses tienen colmillos, y que la gótica sexy parece muy
interesada en morderle la yugular. Cuando todo parece perdido para el pobre
bobo, la escena pasa de terror puro a acción magnífica cuando, entre la
marabunta de vampiros cubiertos de rojo, aparece este coloso con abrigo negro, gafas de sol y
extraños tatuajes craneales. Blade, el Caminante Diurno, poseedor de todos los
poderes de los vampiros pero ninguna de sus debilidades, ha visto que hay una
plaga, y ha venido a exterminarla, con una escopeta en una mano y una espada en
la otra.
Maravilloso.
Lo interesante de
esta escena es que, a pesar de que Blade no pronuncia ni una palabra, aprendes
muy rápidamente de qué rollo va y por qué te va a gustar. Se ha establecido el
contexto muy claramente: hay vampiros, los vampiros son unos cabrones, y Blade
va a cargarse esos cabrones de manera espectacular. Más adelante aprenderemos
sus orígenes, sus motivaciones y su pasado, pero sólo con esta escena ya
estamos con él para lo que haga falta. Blade entra en escena y en nuestros
corazones a plena potencia, mientras otros héroes de acción esperan hasta mucho
después para ponerse a luchar.
Hay cabrones que se empeñan en patinar cuesta arriba.
# 2: John Doe (Kevin Spacey), en Seven (David Fincher, 1995)
Por supuesto,
cuando un gran héroe entra en escena nos proporciona un subidón, pero cuando un
villano realmente aterrador aparece, se nos puede encoger el estómago y helar
el corazón. Algunas de las personas más memorablemente espantosas del cine nos producen tal terror que no nos lo podemos quitar de encima. El efecto se
multiplica considerablemente cuando la aparición del malo se ve precedida por
su reputación y por los actos que nosotros mismos hemos presenciado.
En este
particular caso, sabemos que un asesino en serie, denominado John Doe (nombre
asignado a varones de identidad desconocida) ha cometido una serie de
asesinatos particularmente atroces ideados en torno a los siete pecados
capitales, metiendo a personas que considera culpables de dichos pecados en
situaciones donde mueren de manera horrible (por ejemplo, cortándole la cara a
una mujer a la que acusa de Soberbia, y dándole a elegir entre morir ahora o
vivir el resto de sus días desfigurada; esa es posiblemente la muerte menos desagradable en la película).
Tras la pista de John Doe
están los detectives Mills (Brad Pitt) y Somerset (Morgan Freeman), cada vez
más frustrados a medida que los cadáveres se apilan y no logran si quiera
averiguar qué aspecto tiene el asesino. Y entonces John Doe, interpretado por
Kevin Spacey, simplemente aparece en comisaría, cubierto de sangre, calmadamente
al principio, pero luego gritándole a los detectives que le presten atención.
Aterrador en su simplicidad, este acto es tan memorable como intrigante, y
revelará con esto el propósito de su Obra Magna.
#3: El Genio (voz
de Robin Williams), en Aladdín (Ron Clements y John Musker, 1992)
Otra forma
interesante de presentar el personaje es subvirtiendo nuestras expectativas. Ya
sea por reputación o porque lo primero que vemos del personaje nos indica una
cosa, en cuanto éste abre la boca nos damos cuenta de que su compañía va a ser
muy distinta de lo que suponíamos. Y, en un caso como el Genio de la Lámpara
que interpretó Robin Williams, el giro no nos causa decepción, sino maravilla.
Imagínate esto:
viendo una película de fantasía árabe, haciendo pastiche de distintos cuentos
de las Mil y una Noches, nuestro héroe, el simpático bribón Aladdín se ha
enamorado de una princesa, ha entrado en una cueva mágica con la forma de una
cabeza de león y ha sido manipulado y engañado por un hechicero. Pese a los
toques modernos, todo esto es cuento de hadas puro y duro. Atrapado en la
caverna, coge la lámpara de aceite que parecía haber causado todo aquel
barrullo, la frota para leer lo que pone (nota: este muchacho debería ser
analfabeto, y el árabe es una lengua notoriamente difícil de leer: adiós a la suspensión
de la incredulidad; si estás de acuerdo con esto, entonces eres un@ pedante), y
empieza la magia: chispas y fuegos fatuos flotan en el aire, suenan risas
ultraterrenas y de la lámpara surge, azul, refulgente y gritando un inmenso
espíritu de fuego. Es gigantesco, es poderoso y tonante y ruge con la voz de una
tempestad:
"¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH…!!!
¡UAU!
¡Diez mil años le
dejan a uno el cuello hecho polvo!"
Y entonces te das
cuentas de que Robin Williams te tiene cogido, y que este entrañable Genio es
un dibujo animado dentro de un dibujo animado, una especie de Bugs Bunny con
los poderes de un dios, pero tan amable y cariñoso como gracioso y estrafalario.
Creías que iba a ser un poderoso espíritu, pero te salió un comediante. Es lo
mejor que podía haber pasado.
#4: Judas Iscariote
(Carl Anderson), en Jesucristo Superestrella (Norman Jewison, 1973)
Una de las
primeras cosas que aprendes al estudiar cine y literatura es que el comienzo (ya sea en las primeras líneas o los primeros minutos) es
vital: ha de establecer el tono y el tema de la historia. Gana puntos extra si
el comienzo introduce también a los personajes, sus relaciones y sus
conflictos. Y si encima lo hace con un fantástico número musical, mejor que
mejor.
Así es como empieza la adaptación al cine del musical de Broadway Jesucristo Superestrella, una perspectiva
alternativa y existencialista a los últimos días de vida del Mesías cristiano y
su ejecución, visto desde los ojos de personajes como María Magdalena, el apóstol Pedro, el sumo sacerdote Caifás y su cuñado Anás y, especialmente, Judas Iscariote, el apóstol traidor (interpretado por Carl
Anderson).
Empieza en el
desierto, en las rocas blancas y áridas de Israel, mientras la cámara se acerca a
una figura sentada en solitario, visiblemente preocupado. El riff de guitarra
eléctrica marca claramente el carácter de ópera rock que tendrá esta historia.
El crescendo sube hasta que la tensión resulta insoportable, y entonces oímos a
Judas. Empieza suave, meditativo y temeroso. Entonces eleva la voz, mirando a
Jesús y sus seguidores a la distancia, explicando el problema: el carpintero de
Nazaret está empezando a llamar mucho la atención, declarando ser el Mesías, el
Hijo de Dios, y Judas ve a dónde conducirá eso: a una revolución contra la
ocupación romana, a la represalia y a la exterminación del pueblo judío. Está
aterrado, y un poco furioso, pues lamenta que Jesús no escucha sus
advertencias. Si no hace algo pronto, esto terminará en desastre.
En esta escena
podemos experimentar el tema central de la historia, los efectos que una
persona como Jesús de Nazaret tiene sobre los que le rodean (en este particular
caso, Judas), pero también comprobamos, de manera un poco sutil, uno de los
defectos de Judas: su incapacidad de comunicarse directamente con Jesús, de expresarle su miedo, pues le grita a la distancia...en medio de un soliloquio.
Es una escena
tremenda, capaz de dar dimensiones humanas a uno de los personajes más odiados
de la Biblia (Nota: Judas era un hombre de carne y hueso como cualquiera, pero
sabemos poco acerca de cómo era su carácter ni de qué pensaba acerca de lo que
ocurría; sólo sabemos sus actos al final de la carrera de Jesús) a la vez que
nos proporciona una de las mejores canciones de rock alternativo, con mayor
capacidad de expresar miedo y frustración jamás hechas.
#5: Rufus T.
Firefly (Groucho Marx), en Sopa de Ganso (Leo McCarey, 1933)
Finalmente,
hablemos de introducciones que nos hacen rodar en el suelo, apretándonos el
estómago de pura risa. Hablemos de comedia, de farsa y de vodevil, de caos
verbal y slapstick. Qué demonios, hablemos de los Hermanos Marx y, por qué no,
de su obra maestra, Sopa de Ganso. Estos
cómicos están en los anales de los grandes de todas las eras, desde
contemporáneos como Buster Keaton y Charles Chaplin hasta humoristas actuales
como Adam McKay, Seth Rogen y Chris Rock. Groucho, Chico y Harpo (no hablamos
de Zeppo en esta casa) son tres de los mejores. Groucho, de hecho, es la
referencia cómica directa de Bugs Bunny, así que ya te puedes imaginar el nivel
de influencia artística de estos tres genios.
En Sopa de Ganso (no me preguntes por el
significado del título, no tengo ni idea), la Viuda Teasdale (Margaret Dumont,
miembro no oficial pero imprescindible de la tropa), la mujer más rica e
influyente de la nación, insiste en el nombramiento de un tal Rufus T. Firefly
(Groucho Marx) como presidente de Freedonia (y que el proceso democrático se
vaya a freír espárragos). La investidura empieza con una cantidad obscena de
pompa y ceremonia, cantan el himno nacional, los soldados alzan los sables y
doncellas entran y arrojan pétalos. Y el presidente se ha quedado dormido en la
cama.
Lo que sigue es
una desternillante comedia en la que apreciamos la afilada lengua de Groucho y
en qué medida un ego desproporcionado como el de Rufus T. Firefly no se toma en
serio un cargo tan importante como el de presidente (ejem, relevante, ejem), e incluye algunos de sus
mejores intercambios verbales, incluyendo esta joya que dirige a la viuda
Teasdale, al tocar el tema de su difunto marido:
“¿Se casaría
conmigo? ¿Le dejó mucho dinero? Conteste primero a lo segundo.”
Perfecto.
Gracias por leer. ¿Estás de acuerdo, o en desacuerdo? Comenta y comparte, y estáte atent@ a artículos futuros. ¡Hasta la vista!
Para leer el artículo paralelo de mi compañero Miguel, haz clic en el link:
https://elvertederodeideas.wordpress.com/2019/09/25/top-5-introducciones-de-personajes-de-cine/?fbclid=IwAR3rkc75QWdgANNEGauIYthcFlYf4RDPvjsUlTjOrBZPJNtDnmr38uKbCu4
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