Soy hombre de pocas palabras, así que iré directo al grano. Ningún
triste hijo de perra se lució escuchando monólogos, sino todo lo contrario: se
lució haciendo que otros tristes hijos de perra escucharan sus monólogos. Voy a
ser franco. Muchos de vosotros no llegaréis al final de esta lista, y los que
lleguéis podríais no estar de acuerdo conmigo. Lo que necesito no es gente que
coincida con mi opinión; lo que necesito son lectores.
Esta es posiblemente una de mis peores imitaciones jamás realizadas. En
mi cabeza, tenía gracia si le ponía la voz de George C. Scott. De lo contrario,
resulta un párrafo estúpido, así que lo lamento. Un poco. No mucho.
Mi amigo Miguel, de El Vertedero de las Ideas, Leticia,
de La Pesada, y yo, nos hemos propuesto a hablar de Cinco Escenas
de Monólogos y Soliloquios, cada uno en su blog. Al final de éste artículo
encontraréis un link a sus respectivos blogs. En el futuro hablaremos de otros
tipos de escenas, como tiroteos, persecuciones, momentos de tristeza y de
humor.
Sólo una breve pausa para hacer definiciones: en literatura y drama, un
monólogo y un soliloquio son cosas distintas. Un monólogo tiene un público
implícito, y supone al hablador comunicándose directamente con ése público. Un
soliloquio, por otro lado, es un recurso dramático muy artificial en el que el
hablador explica en voz alta sus pensamientos a nadie en absoluto: se trata, en
cierta manera, de una ruptura de la cuarta pared, en la cual los espectadores
podemos oír directamente la voz de la mente del personaje, y éste nos habla a
nosotros. No es que sea una distinción importante para ésta lista, pero resulta
interesante en todo caso.
Habiendo dicho esto, Amigos, romanos, conciudadanos, prestadme
vuestros oídos…
Mención de DEShonor:
Spirit (Frank Miller, 2008)
Will Eisner fue uno de los escritores e ilustradores de cómic más
influyentes de todos los tiempos, por no decir de los mejores, al nivel de
gente como Osamu Tezuka, Jack Kirby, Stan Lee y Georges Remi. Uno de los
principales proponentes de la Narrativa Secuencial como un arte distinto de la
“mera” literatura en prosa y del “mero” dibujo, la obra de Eisner ha tenido eco
en autores como Marjane Satrapi, Art Spiegelman y Frank Miller. El tío es tan importante
e influyente para el Noveno Arte que el trofeo más respetado en Occidente es el
Premio Eisner. Éste hombre es conocido, entre otras cosas, por obras como Spirit,
un tebeo que publicó en los años 40 sobre Denny Colt, un agente de policía que,
tras haber sido dado por muerto, decide aprovechar su estatus como supuesto
cadáver para hacer trabajo policial sin interferencias burocráticas. Se pone un
antifaz azul, se hace llamar Spirit, y recorre las calles de su ciudad para
ayudar a la policía a combatir el crimen. Era un cómic bastante experimental
que combinaba una temática Noir con buen carácter, humor y humanidad.
Tras su fallecimiento, el escritor y dibujante Frank Miller, famoso por
obras como Daredevil: Renacido, El Regreso del Caballero
Oscuro y Sin City, pero que empezaba a dar las señas de lo
que le haría infame más adelante (bazofia como All Star Batman y Robin,
el Chico Maravilla y Holy Terror siendo dos de sus
puntos más bajos) hizo una película adaptando el cómic Spirit en
honor a su mentor y amigo. El resultado es básicamente un acto de profanación.
La película abre con un soliloquio en el que el preocupantemente
cachondo Spirit (Gabriel Macht) divaga sobre lo buena que está su ciudad y lo
mucho que quiere meterle mano. Hace que te preguntes si Miller entendió alguna
vez la obra de su mentor, o si deliberadamente la alteró para que se asemejara
más al estilo Miller tardío. En cualquier caso, el resultado es patético y
desalentador, una especie de súper-cocktail de los peores vicios de la escritura
de Miller en su peor etapa. También llama la atención el hecho de que los
bocadillos de pensamiento prácticamente han desaparecido del cómic mainstream
en parte a causa de la escritura de Miller, a favor de cajas de pensamiento que
dan pie a soliloquios introspectivos. Qué cruel ironía que él resultara tan
malo para la labor.
Vale, vamos a por los monólogos buenos.
#1 Assassination
Nation (Sam Levinson, 2018)
Habla:
Odessa Young
Hay pocas personas en éste planeta con más motivos para el enfado que
las chicas (la comunidad LGBTQ también, pero vayamos por partes). Siempre siendo
juzgadas por su apariencia, comportamiento, actitud, siendo acusadas por un
lado de putas y por otro de estrechas. Han de ser profesionales triunfadoras,
personalidades atractivas y sonrientes y madres y esposas devotas, todo al
mismo tiempo, estándares a los que muy, muy pocas personas (hombres o mujeres)
pueden llegar. Y eso en Occidente.
Assassination Nation narra el descenso a la
locura del pueblo estadounidense de Salem (sutileza, chavales),
atormentado por un hacker que está aireando los trapos sucios de todos. La ira
de la comunidad entera recae sobre varias jóvenes locales (incluyendo a Lily
Colson, interpretada por Odessa Young), cuyo comportamiento no era exactamente
de beatas, pero que no merecen el linchamiento que la turba, sobrecargada de masculinidad
tóxica, les promete. Tras combatir a su muerte segura, Lily y sus amigas
dirigen la contraofensiva, enviando por las redes sociales un mensaje
simultáneamente rabioso e inspirador.
Es una declaración de guerra a aquellos que la juzgan y que la someten
al doble estándar moral. Ella sabe que no es una santa, pero los hombres que la
acusan de puta son unos completos hipócritas, perfectamente contentos de
acostarse con ella o violarla si tuvieran la oportunidad, y sólo furiosos
cuando ven que eso no es una opción. No soy un aficionado a Twitter ni
Instagram ni nada de eso, pero ésta clase de declaraciones son las que importan
de verdad en el mundo actual.
Otros candidatos: La Ejecución (Boondock Saints, con Sean Patrick
Flannery, Norman Reedus y Billy Connolly), Dredd va a por Mamá (Dredd,
con Karl Urban)
#2 Interrogatorio (El Caballero Oscuro, Christopher Nolan, 2008)
Habla:
Heath Ledger
Todos sabemos que a los supervillanos y a los megalómanos nos encanta
hacer monólogos. Es la mayor expresión de nuestros inmensos egos. Ya sea el
Hombre Invisible escupiendo veneno contra el mundo, Síndrome explicando sus
motivaciones, Fidel Castro enzarzándose en una interminable diatriba o yo
escribiendo párrafos monstruosamente largos, nos encanta alargarnos, porque nos
hace sentir que tenemos control sobre la situación. Hay pocos supervillanos
como el Joker, archienemigo de Batman y las mejores interpretaciones del
personaje son las de Mark Hamill en dibujos animados y la del difunto Heath
Ledger en El Caballero Oscuro (por si preguntas, Joaquín
Phoenix ni se les acerca).
Y eso es exactamente lo que su monólogo/diálogo en la escena de
interrogatorio denota. Le da lo mismo cuánto le interroguen o torturen, sabe (o
cree saber) que sus planes van a seguir adelante. Ese tipo de poder no se puede
comprar con dinero. Lamentablemente, ese tipo de poder es atractivo para la
peor clase de fans que ignora la intención temática de la película y se obceca
con lo inamovible que es el payaso en la película, pero por los huesos de Odín,
qué nivel de poder exhibe. Incluso explicando claramente sus intenciones y
motivos, es capaz de sorprendernos en todo momento.
Otros candidatos: Todavía oyes los corderos, Clarice (El Silencio de
los Corderos, con Anthony Hopkins)
#3 Las historias que de verdad importan (El Señor de los Anillos: Las
Dos Torres, Peter Jackson, 2002)
Habla:
Sean Astin
Aparte de declarar intenciones o exhibir poder sobre otras personas, los
monólogos pueden ser meditaciones, no sólo sobre los eventos de una historia,
sino sobre qué dicen esos eventos sobre nuestra existencia humana. Mi ejemplo
preferido procede de la hermosa y sincera voz de Sean Astin en la segunda parte
de la trilogía de El Señor de los Anillos (¡Eh, es la segunda vez que menciono
esta peli!), cuando pregunta a su amo y amigo, el Señor Frodo (Elijah Wood)
sobre si serán recordados en días venideros.
Éste monólogo (dividido en dos partes, antes y después de que nuestros
valientes se marchen de la ciudad sitiada de Osgiliath) está sacado casi
palabra a palabra de la novela original (soy del parecer que una adaptación no
conlleva menos mérito que una obra original), intercalando las imágenes de los
dos hobbits y su guía, Gollum (Andy Sekis), perdidos en un mundo que les viene
demasiado grande, con imágenes de la oscuridad siendo expulsada: los ents
destruyendo la torre de Saruman, los héroes de Rohan embistiendo a los orcos,
el espectral Nazgul a lomos de su monstruo alado siendo abatido a flechazos).
Más todavía que la Tierra Media, nuestro mundo está completamente loco. Muchas
veces nos es necesario recordar que, en efecto, el mal y la oscuridad pueden ser
derrotados, pero eso requiere que sigamos adelante, y que no aceptemos la
oportunidad de escaquearnos.
Maldita sea, Sean Astin, haces que se me llenen los ojos de lágrimas.
¿Por qué tienes que ser tan maravilloso?
Otros candidatos: Hora de Morir (Blade Runner, con Rutger Hauer)
#4 La Batalla de San Crispín (Enrique V, Kenneth Branagh, 1989)
Habla: Kenneth Branagh (¡Por supuesto!)
Sería ridículo de mi parte, un Graduado en Estudios Ingleses, no poner
un monólogo Shakespeariano. Y el Bardo tiene monólogos para dar y tomar, de
todas clases. Otelo, Macbeth, Sueño de una Noche de Verano, La Tempestad, de
todo. Para héroes, para villanos, para inspirar, aterrar, causar odio,
admiración o enamoramiento…vamos, de todo.
Por hoy voy a escoger la categoría de la que no he hablado, las arengas
de inspiración: el discurso que un general da a las tropas para levantar la
moral y animarlas a combatir con todas sus fuerzas. En el cine, conocemos
ejemplos como el monólogo de Libertad de William Wallace en Braveheart, el del
Día de Independencia en Independence Day y de Aragorn a las puertas de Mordor
en la tercera entrega del Señor de los Anillos. Pero todos esos magníficos
discursos son descendientes literarios del Discurso de San Crispín de Enrique
V, el O.G. de las arengas marciales.
Voy a darle el honor al gran Sir Kenneth Branagh, uno de los mejores
Shakespearianos de todos los tiempos. No hay nada que un mortal como yo pueda
añadir. Le entran a uno ganas de formar parte de esos pocos, esos felices
pocos, esa banda de hermanos. Quién pudiera combatir con ellos en la batalla de
San Crispín. Es sencillamente brillante.
#5 Yo no quiero ser emperador (El Gran Dictador, Charles Chaplin, 1940)
Habla: Charles Chaplin
Habla: Charles Chaplin
Éste mundo nuestro está loco. Los parásitos y los malvados alcanzan
poder, los niños son acosados por sus compañeros por completas sandeces y, los
políticos y las compañías se mofan de la democracia y, por algún motivo que no
alcanzo a comprender, los nazis (perdón, quiero decir los putos nazis)
están regresando. Todo esto ya pasó, y probablemente pasará de nuevo dentro de
varias generaciones.
Es normal tener miedo, sentir frustración y expresar enfado. Pero lo que
nos toca recordar es a nuestros hermanos y hermanas. No sólo a nuestras
familias y amigos, no sólo a nuestros vecinos y conciudadanos. Nuestra familia
se extiende por todo el planeta. Debemos recordar a los sin techo, a los
extranjeros, a los refugiados, a los enfermos, a los que no tienen oportunidad
a una vida mejor. En nuestra era nos dicen que debemos erigir muros. Charles
Chaplin, el amo de la comedia muda, habló en El Gran Dictador por
primera vez, y nos dijo que lo que hay que hacer es derribarlos. Mientras que
el verboso tirano Astolfo Hinkel no dice más que paparruchas sin sentido detrás
del micrófono, su sosia, un humilde barbero judío, nos habla con la voz del
amor, la razón y la libertad. Puede que no fuera su película más graciosa
(sigue siendo muy divertida), pero es sin duda la más poderosa.
Tenemos mucho progreso tecnológico y económico, pero necesitamos más
progreso humano.
Aquí os paso el link al artículo paralelo de Miguel en El Vertedero de
las Ideas:
Y de Leticia en La Pesada:
Gracias por leer. ¿Estás de acuerdo, o en desacuerdo? Comenta y
comparte, y estáte atent@ a artículos futuros. ¡Hasta la vista!
La semana que viene, apresúrate para llegar a ver Cinco Persecuciones.
La semana que viene, apresúrate para llegar a ver Cinco Persecuciones.
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