miércoles, 23 de marzo de 2016

Crítica de cine: Mi vecino Totoro, Akira y La princesa Mononoke

Antes de empezar, debo hacer una confesión. Siempre he sentido, y aún siento, prejuicio hacia los comics y la animación japonesa, al menos en lo que suelo percibir que es el “manga” y el “anime”. Hay algo en todos esos personajes y situaciones extrañas que no cuaja para nada con mis sensibilidades. Aunque de pequeñito me gustaba ver la serie de Digimon, y otra serie cuyo nombre no recuerdo (la cual me traumatizó con la muerte violenta de una protagonista), en mi adolescencia y adultez temprana mi reacción ante esa peculiar estética nunca ha sido favorable. No sé si son los personajes diseñados en exceso, el lenguaje no verbal que encuentro exagerado y cargante, la peculiar representación de la sexualidad y de la violencia o sencillamente las idiosincrasias culturales japonesas, pero no hago muy buenas migas con esta corriente estética y narrativa (con la honorable excepción de Sin Chan).

No. Decididamente, no.

Pese a todo esto, últimamente he empezado a hacer algunos esfuerzos por reconciliarme con Japón (vale, eso ha sonado raro). Tras haber leído algunos tebeos de Bola de Dragón, mi hermano yo nos pusimos a ver algunas películas animadas japonesas. Para mi agrado, esos filmes no correspondían para nada con la imagen mental que suelo tener del anime, probablemente debido a su sensibilidad algo más adulta y severa. Con historias que me resultaban a la vez exóticas y familiares y una estética claramente emparentada con el anime, pero contenida y placentera, estas películas me han impresionado sobremanera. Es bastante probable que hayas oído hablar de estas animaciones: Mi vecino Totoro, Akira y La princesa Mononoke. Las tres son considerados clásicos de la animación tanto en Japón como en Occidente, lo que hace que me avergüence de mis prejuicios hasta ahora. Permitidme que os comente un poco sobre las tres, en el orden en que las vi. Tres críticas por el precio de una.


MI VECINO TOTORO


 


Mi vecino Totoro es la única de las tres destinada a todos los públicos. Dirigida por Hazao Miyazaki en 1988, Totoro cuenta la historia de dos niñas, la mayor, Satsuki, y la pequeña Mei cuando, en 1958, se mudan al campo, lejos de la ciudad. Bajo el cuidado de su padre, y con su madre en el hospital a causa de la tuberculosis, Satsuki y Mei se van adaptando a la vida en el campo, pero entonces se encuentran con el fantástico ser que habita la región: Totoro, el Rey del Bosque, un adorable espíritu con el aspecto de un conejo-gato-cosa enorme y atontado.


La trama de esta película resulta casi irrelevante. Aunque tiene drama, sobre todo cuando las niñas reciben noticias del empeoramiento del estado de su madre, son otros los elementos que cobran autentica fuerza. Las imágenes pastorales del campo resultan increíblemente atrayentes, junto con una visión nostálgica y carente de ironías del costumbrismo del lugar. Añadamos a eso la presencia maravillosa de los espíritus del bosque (que solo los niños pueden ver), y tenemos un cóctel de realismo mágico exquisito, con la añoranza por los años de infancia como oliva aderezando la bebida. Vale eso también ha sonado raro. ¡Siguiente película!

La escena más famosa de la película, en la parada del autobús. ¡No tiene desperdicio!



AKIRA



 


Akira, basada en un manga del mismo título, fue dirigida en 1988 por Katsuhiro Otomo, quien también creó el comic. Después de la 3ª Guerra Mundial, en la metrópolis futurista del 2019 llamada Neo-Tokio, la sociedad parece estar decayendo a trompicones. Kaneda, líder de la banda de moteros adolescentes “los Cápsulas”, se mete en una pelea con la banda de “los Payasos” cuando su amigo Testuo, el benjamín de la banda, tiene un encontronazo con un telépata. Cuando el gobierno secuestra a Tetsuo para realizar experimentos sobre él, Kaneda se une a Key, una joven miembro de la Resistencia, para rescatar a Tetsuo. Lo que no saben es sobre el Proyecto Akira, en el cual el gobierno experimenta sobre sujetos con poderes mentales latentes. Cuando Tetsuo se libera, inicia una carnicería con sus poderes recién despertados para vengarse de los telépatas que lo torturaron y de sus antiguos amigos, que eran condescendientes con él, y encontrar a ese tal Akira, supuestamente el mayor de todos los telépatas.

La escena inicial de la película, una trepidante persecución en las calles de Neo-Tokio.

No voy a revelar lo que sucede a continuación, pero es material de primera. La historia es compleja e interesante y la ambientación de Neo-Tokio es fantástica. Además, la presentación de la violencia desmedida de esta película en formato de animación produce un efecto espectacular, sin resultar en ningún momento ridícula.

No obstante, sí que debo decir que tiene algunos defectos. Kaneda, el héroe principal, es un adolescente arrogante y testarudo. Lo siento, nunca me han entusiasmado los protagonistas así. Es por eso que Harry Potter me cae cada vez peor, y desearía que las novelas se llamasen Hermione Granger. Además, algunos elementos de la trama me resultaron predecibles (aunque eso puede deberse a los precedentes que apuesto que estableció esta película). Asimismo, a la altura del tercer acto sucede algo que, al parecer, sucede muy a menudo en el anime. Van sucediendo muchas cosas, gente muere, lugares son destruidos, etcétera, pero el dialogo parece limitarse a cada personaje gritando el nombre de a) la persona a la que quiere matar b) la persona a la que quiere rescatar o c) la persona a la que está suplicando que le rescate. ¡Tetsuoooo! ¡Keeeey!  ¡Akiiiiraaaa!  ¡Kaneeeeeeeedaaaaaaa! Las espectaculares escenas del clímax se veían, de este modo, mermadas por un dialogo más bien mejorable.  

¡Tetsuooooooo! ¡Cállateeeeeee!

Además, aunque esto no es malo de por sí, no pude evitar establecer comparaciones con la novela Neuromante, pero no por los motivos que creerías (es decir, no por la ambientación cyberpunk). Asimismo, puedo ver cómo Akira supone un precedente visual a películas como Crónica (Josh Trank, 2012) e incluso Watchmen (Zack Snyder, 2009). En serio, pese a adherirse tanto al comic americano original, hay algunos elementos visuales muy desagradables y viscosos que parecen haber sido prestados de Akira.
Si estas dispuesto a ver una película de acción trepidante y temas filosóficos, pero no estás con ganas de verte Matrix otra rematada vez y no te importa ver cantidades obscenas de sangre, Akira es la película para ti.

¿Crees saber cuán desagradables pueden ponerse los poderes mentales? ¡No has visto nada, colega!







LA PRINCESA MONONOKE





La princesa Mononoke es una película de fantasía dirigida por Hayao Miyazaki (el mismo que hizo Totoro) en 1997. Ambientada en una versión fantástica del Japón medieval (en el llamado período Muramachi), cuenta la historia del joven príncipe Ashitaka, quien se enfrenta a un gigantesco dios-jabalí que se había transformado en un monstruo colérico y demente. Mata a la criatura, pero a causa de ello es infectado por una maldición que lo va corroyendo, y que lo acabará matando. A lomos de su montura, el hermoso y fiel antílope rojo Yakul, Ashitaka parte lejos de su pueblo, al Oeste, para averiguar qué es lo que hizo enloquecer de tal modo al dios, pero sabe que morirá, ya que la maldición no tiene cura.

El Príncipe Ashitaka.

Llegará a la Ciudad del Hierro, donde la Señora Eboshi ha reunido a los desechos de la sociedad (prostitutas, leprosos, etc.) y los ha convertido en miembros de una floreciente ciudad industrial, otorgándoles lo más avanzado en armamento, lo temibles rifles de pólvora. Ashitaka descubre que los habitantes de la Ciudad del Hierro están en guerra con los habitantes del Bosque: los árboles, las inmensas bestias que ahí habitan y, en especial, la Tribu de los Lobos y la Princesa Mononoke, una chica humana criada por la inmensa diosa-loba que acecha y masacra a los humanos. Ashitaka también averigua que es a causa de una herida de bala recibida en una batalla contra los humanos que el dios-jabalí enloqueció.

El joven príncipe tratará de aliarse con San (el auténtico nombre de la Princesa Mononoke) para poner fin al enfrentamiento entre Humanos y los habitantes del Bosque. En su intento por establecer la paz, tendrán lugar pavorosas batallas y matanzas, y el espectador conocerá de primera mano  al Espíritu del Bosque, el dios que gobierna ese lugar, una criatura tan maravillosa como misteriosa y aterradora.

Deberías ver como se pone cuando cae la noche. 


No me voy a cortar con esta. La princesa Mononoke es la leche. Las otras dos películas de las que he hablado antes son realmente buenas, pero Mononoke es sencillamente fantástica, por no decir perfecta (no creo que tal cosa exista). Absolutamente todo sobre ella resulta maravilloso. La animación es de una calidad exquisita, el doblaje (en español, al menos), verdaderamente efectivo, la música produce una sensación épica que rivaliza con las bandas sonoras de Braveheart y El Último Mohicano, la acción es intensa y brutal, los personajes, aunque arquetipos míticos, son fascinantes e intensos, y la trama sorprende por lo compleja y madura que resulta. Lo digo en serio. Para ser un enfrentamiento entre las fuerzas de la Naturaleza contra la Industrialización (un tema tratado de forma comparativamente simplista en novelas como El Señor de los Anillos y películas como Avatar), a mí me resultó imposible inclinarme del todo hacia un lado o hacia el otro. Eso es, seguramente, uno de los aspectos que más me asombró. En una escena, puedes ver un ejército de bestias reuniéndose, evidentemente preparándose para la guerra, y yo pensé “vale, esto es como en Avatar, y la Madre Naturaleza va a expulsar a los estúpidos humanos de una patada”. Nada más lejos de la realidad. El final resulta, a partes iguales, sorprendente, devastador, conmovedor y satisfactorio. No había visto una película animada igual de buena desde Wall-E. Las cinco estrellas se las gana de sobras, entrando de cabeza en mi panteón mental de las mejores películas de todos los tiempos. 

Está más guapa sin sangre en la boca, eso te lo aseguro. 

¿He aprendido algo después de ver estas tres películas? Bueno, creo que he empezado a aclimatarme algo a las sensibilidades estéticas japonesas. Me ha resultado muy placentero descubrir que no todo en la cultura popular nipona son tíos con peinados imposibles diciendo sus ataques en voz alta. Al contrario, y al igual que en la cultura popular anglosajona, hay de todo en el Jardín del Señor, y los frutos que he encontrado me gustan. También he podido ver, por primera vez en bastante tiempo, películas animadas destinadas a adultos cuyo interés no radica en “sangre y tripas”, aunque algo de eso tiene. Pero lo que más me agrada de todo esto (y esto puedo decirlo de cualquier artefacto cultural procedente de fuera de Occidente) es que, pese a las tendencias estéticas y percepciones culturales y filosóficas, tan distintas de las que yo conozco, es perfectamente  posible apreciar la belleza, el drama y la maravilla de la mano de experiencias culturales nuevas y fascinantes. Es cuestión de tener la mente abierta, aunque a veces cueste. 

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