Los que me conocen saben que me
encantan las películas de la trilogía antigua de La Guerra de las Galaxias. Estas películas no necesitan ser
defendidas: son enérgicas y fantásticas, llenas de personajes memorables, diálogo
electrizante, drama y luchas trepidantes. Los que me conocen también saben que
no me gustan las películas de la trilogía precuela. No necesitan que las haga
trizas como ya se ha hecho en el pasado: todo lo que las antiguas tienen de
bueno, las más nuevas lo hacen mal. Sabiendo esto, recientemente he descubierto
un aspecto de esta poderosa franquicia que me resulta fascinante en que casi
transforma los males de una trilogía en virtudes. Hablo de la miniserie de Las Guerras Clon del 2003 (no la serie
animada del 2008). He llegado 13 años tarde a descubrir esta miniserie, así que
mis palabras me resultan absurdas mientras las escribo. No obstante, mis
impresiones siguen ahí, de modo que quiero compartirlas.
Para los que no sepan de qué
estoy hablando, Las Guerras Clon es
una serie de Cartoon Network de mini-episodios de entre cinco y quince minutos
que siguen las hazañas de los héroes de la Trilogía Precuela de La Guerra de las Galaxias durante el
conflicto armado que comenzó al final de la segunda entrega (El Ataque de los Clones), entre el ejército
de Clones de la noble República, liderado por los Caballeros Jedi, y las
fuerzas robóticas de la Federación Separatista, controlados desde las sombras
por los malignos Sith. La serie sigue las aventuras de Obi Wan Kenobi y su
aprendiz Anakyn Skywalker, su amor secreto, la Senadora Padme Amidala, los
Maestros Jedi Yoda y Mace Windu y otros Caballeros Jedi contra enemigos como el
Conde Dooku y un temible y nuevo villano conocido como el General Griveous. Dirigida
por Genddy Tartakovsky, creador de series tan reputadas como Las Supernenas, El Laboratorio de Dexter y mi favorita, Samurái Jack, estos mini-episodios se centran en acción intensa y
dramática, narración silenciosa y una saludable combinación de drama, humor y
humanidad. Los episodios de la miniserie se combinaron en dos películas de una
hora cada una, lo cual es el principal (y básicamente único, si bien notable)
problema que esta serie tiene.
Al aficionarme a la
extraordinaria serie animada Samurái Jack
(en la que un valiente samurái es enviado al futuro por el maligno demonio
Aku), era inevitable que me sintiese interesado por las otras obras de este
creador. Aunque he visto muy poco de Las
Supernenas y El Laboratorio de Dexter,
pude ver si el diseño minimalista, la narración silenciosa y el estilo
híper-cinético que Tartakovsky insufló a las aventuras del samurái le podía dar
una segunda oportunidad al mundo que George Lucas creó en 1977, pero al que no
estaba haciendo justicia a la altura de 2003. ¿Podía Tartakovski salvar las Guerras Clon?
Pues la verdad es que el
resultado…me sorprendió. Tiene algunos problemas, pero el conjunto es
estupendo. Pero lo más fascinante de todo es ver cómo esta serie está limitada
por el material con el que trabaja (los deplorables personajes y tramas de La Amenaza Fantasma y El Ataque de los Clones y, supongo, lo
que estuviera planeado para La Venganza
de los Sith), y no obstante es capaz de presentar esos mismos personajes y
tramas de manera interesante y eficaz.
LA IRA LLEVA AL REVERSO TENEBROSO
Es más fácil decir empezar por lo
que este show hace mal que por lo que hace bien. Realmente, hay muy pocas cosas
en las que erra de manera notable. Como ya mencioné, la propia estructura de
esta miniserie es problemática. Al ser una serie de episodios de cinco minutos,
a duras penas hay tiempo de desarrollar historias o de introducir personajes. La
primera historia, sin ir más lejos, es “Hemos encontrado un planeta donde
fabrican droides. Id ahí y destruidla.” Los siguientes minutos vemos a un
escuadrón de soldados clon realizando ataques de precisión en la ciudad de los
malos. El problema es que no conocemos a los soldados, quiénes son, qué nombres
tienen ni cuál es su carácter. Todos llevan casco y, aunque no lo tuvieran,
tienen la misma cara (son clones). De modo que verles luchar, ponerse en
peligro y a veces morir carece de tensión y drama. Eso no es cierto del resto
de personajes, como Mace Windu, pero la muerte de cualquier clon carece de
significado. Estos problemas suceden principalmente en los primeros minutos de
la serie, y se van corrigiendo más adelante.
También hay algunas batallas que
tienen lugar de forma paralela a la trama principal de Obi Wan y Anakyn en la que
no te explican por qué están peleando. Por ejemplo, hay una batalla en una
civilización submarina, y el ejército naval de Clones es liderado por un Jedi
medio-pulpo. Está muy chula, pero entonces me pregunto: ¿por qué están los
droides atacando este planeta? ¿Qué tienen que ganar? ¿Y la República? Debo
suponer que este planeta es territorio de la República pero, ¿de verdad es tan
importante? ¿Perderían algo importante si este planeta cayera en manos de la
Federación? Nunca se nos dicen cosas como estas, y como tal, algunas (pero no
todas) de las batallas resultan huecas.
Por último, el show se ve
obligado a arrastrar algunos hilos y elementos de las películas anteriores que
no le hacen favores. Tenemos al Maestro Yoda blandiendo un sable de luz, y la
serie no se ha olvidado del romance prohibido entre Padme y Anakyn. Eso, y que
nadie es capaz de averiguar que Palpatine es obviamente el malo (¿Cómo es que
no pueden ver que es el malo? ¡Claramente es el malo! ¡Arrestadle!). Hablaré
sobre estos detalles más adelante. No puedo criticar mucho a esta miniserie por
esto, ya que no fue Las Guerras Clon
la que estableció estos hilos argumentales y aspectos. Funcionan en su contra,
pero mucho menos de lo que esperaría. Pero por el momento…
LA FUERZA UNE TODAS LAS COSAS
Lo que esta serie hace bien, lo
hace de maravilla. Centra todos sus esfuerzos en la acción, y los resultados lo
demuestran: los combates son ágiles y feroces, con rayos láser y robots y
monstruos. Los escenarios son majestuosos, y la animación minimalista combina
de forma perfecta con la mayor virtud de las películas de la Trilogía Precuela:
el diseño de las criaturas, vehículos y mundos es sencillamente excepcional.
El momento más tronchante de la serie, cuando C3PO hace un "striptease" para revelar su nueva capa dorada. |
Asimismo, Tartakovsky importa de Samurái Jack su método de
caracterización silenciosa: son los gestos, las expresiones y los actos de
heroísmo, astucia o perfidia en el campo de batalla los que crean personajes.
Y, aunque los personajes son bastante básicos y sencillos, tienen claramente
motivaciones y personalidad, compensando el principal defecto de las películas.
Por medio de pequeñas cosas, me han empezado a caer bien Mace Windu (Samuel L.
Jackson), Padme Amidala y esa mujer naranja… ¿cómo se llamaba? De algún modo,
incluso Anakyn Skywalker me resultaba soportable. Quizás no un gran héroe, pero
tolerable.
Y luego están los villanos. Donde
La Amenaza Fantasma nos trajo un tío
rojo con cuernos del que nunca supimos nada, y El Ataque de los Clones nos trajo a Django Fett, el cual era sólo
músculo contratado, Las Guerras Clon nos
traen tres villanos nuevos, dos de los cuales son de lo mejorcito. Palpatine a
duras penas está, y el Conde Dooku es más bien la mente maestra. En cambio,
tenemos a Ventress, una asesina Sith enviada para eliminar a Anakyn Skywalker.
Aunque no lo logra, su enfrentamiento con Anakyn pone en relieve la violencia
de la que el héroe, a punto de caer, es capaz de cometer. Está también Durge,
un soldado con capacidades regenerativas tan imparables como repugnantes…y luego
está Griveous. Santo cielo. El General Griveous, ese patético villano de
segunda de La Venganza de los Sith,
aparece aquí como un monstruo surgido de una película de terror. Su figura es
alta y majestuosa, pero serpentina; es feroz, silencioso y absolutamente brutal,
increíblemente ágil, capaz incluso de trepar paredes verticales. Y es un
asesino. Yo, acostumbrado a un nivel de violencia más moderado en otros dibujos
animados, me vi sorprendido por este ser de pesadilla aplastando y despedazando
a los Jedi con sus sables de luz y sus garras. El terror que inspira Griveous
alcanza su punto álgido en el final de la serie, cuando la Federación lanza un
ataque contra Corusant, el planeta capital de la República, para secuestrar al
Canciller Palpatine. Un pelotón de clones y tres Jedi, incluyendo una que
sobrevivió a su anterior ataque, no son suficientes para detener a esta bestia.
Francamente, me recordaba a Terminator.
¡TRAERÁ EL EQUILIBRIO A LA FUERZA!
Cuando hablaba de la
caracterización de los héroes, debo señalar que estos dibujos animados casi hacen que cambie mi opinión sobre
dichos personajes. Obviamente, lo que sucede en esta serie no quita el hecho de
que los personajes sean sosos o despreciables en las películas, pero, al menos
de forma aislada, aquí son personajes heroicos y humanos.
En una gran batalla, un muchacho
ve cómo el maestro Mace Windu combate contra un ejército casi infinito de
droides. El monje-guerrero usa sus extraordinarios poderes para luchar de
manera espectacular, abriéndose paso a través del fuego enemigo como un
tornado. Y, tras hacer explotar la fortaleza flotante enemiga, aterriza cerca
del joven. Se miran a los ojos. El chico, humilde e insignificante, le ofrece
su cantimplora de agua al poderoso guerrero. Él sonríe y bebe. Es un pequeño
intercambio sin palabras, pero que otorga humanidad a Mace Windu, un personaje monótono
que recibe una muerte bastante poco gloriosa en las películas.
El General Gruiveous, tratado en La Venganza de los Sith como un cobarde
con una tos espantosa, es aquí un asesino despiadado y aterrador, un monstruo
que no deja de perseguir a su objetivo por muchos disparos que reciba. Acecha
constantemente a la Jedi naranja, estableciendo una relación de hostilidad
simple pero clara. Incluso su semi-derrota al final es bárbara, cuando Mace
Windu le estruja el tórax con la Fuerza, causándole su terrible tos. ¡Madre
mía, que forma de ataque más bestia! En la película, simplemente le meten un
tiro. Bastante diferencia, la verdad.
Padme Amidala desciende de su
nave sobre un planeta helado. Sus droides, R2D2 y C3PO la acompañan. Van a ver
si el maestro Yoda, quien ha bajado a rescatar a unas compañeras, necesita ayuda.
R2 capta la señal de un robot hostil que, gracias a sus campos de camuflaje, es
invisible. La senadora, ni corta ni perezosa, lanza su abrigo para engañar al
robot y averiguar su posición. Lo destruye de un disparo, pero R2 detecta que
hay otros dos rondando la zona. Así que Padme demuestra una inteligencia de la
que carecía en las películas, sonriendo maliciosamente y enviando a C3PO a recoger su abrigo. Naturalmente, los robots
enemigos se revelan al intentar atacar a 3PO, con lo que Padme tiene
oportunidad de abatirlos. Esta mujer no es solamente bonita, como en El Ataque de los Clones, sino que tiene
inteligencia y personalidad.
Anakyn Skywalker va decayendo
hacia el Reverso Tenebroso de la fuerza, donde gobiernan pasiones oscuras como
el miedo, la ira y el dolor. No hay un anciano sumamente sospechoso diciéndole “¿Te
pasas al lado oscuro?” y él respondiendo “Pues vale”, como vimos en La Venganza de los Sith. Es Anakyn
cometiendo actos de violencia que, aunque tienen lugar durante una guerra, van
teniendo mella en él, culminando en un viaje espiritual en un planeta primitivo
donde unas pinturas rupestres le muestran aquello que su alma no desea ver. El
personaje más detestable de toda la Trilogía Precuela (incluyendo Jar Jar Binks)
tiene un auténtico y progresivo descenso hacia las tinieblas, no un súbito
cambio de parecer.
Aunque Padme y Anakyn,
arrastrando su estúpido amor prohibido de El
Ataque de los Clones, deben verse en secreto, sus intercambios son creíbles
y no duelen a los oídos o el cerebro. Estos dos tienen motivos para amarse, más
allá del atractivo físico. Veo amor, no comentarios sobre arena.
Esto es
lo que considero más increíble sobre esta serie (aparte de la excelente acción,
cortesía del maestro Tartakovsky): el hecho de que sea capaz de trabajar con
materiales dañados, como los pésimos personajes de la Trilogía Precuela, y
crear buenos héroes y villanos. Quizás no estén del todo a la altura de los
grandes, pero el hecho de que esta serie llegara tan cerca, pese a tener a
Anakyn Skywalker es, como mínimo, extraordinario.
Recomiendo encarecidamente esta
miniserie. Sí, ya sé que llego 13 años tarde, y que ha sido des-canonizada por
Disney al cambiar de manos pero mejor tarde que nunca. Como ya he indicado, son
dos películas de alrededor de una hora cada una, así que no os ocupará
demasiado tiempo. Drama, acción y humor en un compacto paquete. No os lo
perdáis.
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