miércoles, 17 de abril de 2013

"TO THE WONDER"



A juzgar por los suspiros a la media hora de película, el goteo de asientos que se levantaban en la sala y los comentarios sarcásticos a la salida, Terence Malick parece haberse perdido en “To the wonder” (de nuevo) en un cúmulo de sensaciones indescifrables que forman una historia sin dirección, a ratos insoportable, que arrastra al espectador hacia no se sabe bien dónde.

El nuevo film del director de Ottawa da un giro tedioso en el preciso momento en el que uno se da cuenta cuenta de que lo que está viendo no es más que un ‘farol’ del cineasta con el que saciar su necesidad de añadir más y más planos al metraje de “El Árbol de la vida”. Pero la secuela mantiene también el valor que la obra maestra de Malick ya tuvo, ser como la vida misma: confusa, desordenada, llena de sensaciones y sin un sentido aparente.

Es lo que transpira el personaje de Olga Kurylenko (Marina). Bohemia -parisina-, disfruta corriendo delante o detrás del viento. Es en su espontaneidad, en su melancolía y en su hipersensibilidad donde cree tener la llave para conectar con lo que define como “el amor desde fuera”. Pero aun pese a un inmenso yo interior, su fragilidad lo empaña todo, hasta hacerla depender de la voluntad de su hija de 10 años, del anillo de matrimonio o de la maleta que le permitiría huir y empezar de nuevo en otro lugar. Vive con la ansiedad de saber que en cualquier momento toda su vida se puede venir abajo mientras ella, indefensa, no sería capaz de hacer nada para evitarlo.

Ver en pantalla al personaje de Ben Affleck (Neil), es aún más desesperante. Distante y perdido en algun lugar de su cabeza, necesita esfuerzos enorme para articular palabras. Se limita a reaccionar ante lo impredecible de su esposa, o de su amante. Sin iniciativa, muerto por dentro, absorbe lo que otros sienten, hasta apagar también a quienes le rodean.

Y entonces está Bardem (el capellán Quintana). En su caso, lo que le limita es la vocación que una vez le empujó a renunciar a su propia vida. Sin el gozo que debería avivar el fuego de la fe que predica en el templo, se ha resignado a ser útil dándose a otros. Sabe que su trabajo no se completará nunca, que siempre habrá más personas a las que escuchar, consolar y acompañar. Su mirada perdida después de oficiar una boda demuestra que la espiritualidad que anuncia a otros le ata a él. Se pregunta por qué el Dios al que sirve es tan difícil de encontrar. Aún así, las oraciones que salen de su mente doctrinalmente lúcida le mantienen en marcha, saciando necesidades para seguir sindo una bendición para la comunidad. Pese a estar en su caja religiosa (privado de amistades significativas, de una esposa, de descendencia), el clérigo acaba siendo el personaje que Malick sitúa más cerca de comprender el significado de la luz que se cuela por las numerosas ventanas que hilan la historia.

Es la misma luz que ilumina los increíbles horizontes de los prados que los protagonistas visitan constantemente. Corriendo, conduciendo, jugando… Cuando los protagonistas salen fuera a encontrarse con la luz directa es cuando parecen estar más cerca de conectar con eso sobrenatural que buscan. Pero queda claro, en los majestuosos planos de “To the wonder”, que la inmensidad del cielo es inabarcable para los protagonistas, pequeños y limitados, que tienen sólo un poco más de conciencia que los caballos y los búfalos que observan con asombro. Si bien estos, los humanos, intuyen que hay algo más, no dejan ser ser igualmente incapaces de conectar con las respuestas. Lo describe el capellán Quintana, tras escuchar las historias personales que le cuentan sus feligreses: "Sedientos… Tenemos sed”, confiesa.

Es esa sed la que provoca la frustración de los protagonistas, la frustración de Malick, y al final también, la frustración del espectador.

sábado, 13 de abril de 2013

BUSCANDO EL NORTE








Desde hace muchos años me gusta principalmente un estilo de música llamado Heavy Metal. Este género yo creo que ha tenido de siempre una fama muy poco merecida, ya que lo que la gente suele relacionar con él no es sino una pequeña parte del que yo creo que es uno de los géneros con más sub-estilos que hay. Así, puedo decir que no me interesa esa versión del Metal que está en el subconsciente de todos, de un tío pintado balbuceando a gritos mientras el guitarrista invoca a Satanás (en serio, ¿en qué estarán pensando?) sino en la parte menos siniestra y más cercana al rock, que por otra parte es la gran mayoría del Heavy metal. A lo largo de mi vida he escuchado quizás varios cientos de grupos diferentes, algunos que estoy seguro de que van a pasar a la historia y otros que simplemente me han hechos pasar una buena tarde. Y aquí está Dunedain. No me voy a engañar, este es probablemente un grupo más bien de segunda clase; pero aun así  llevo escuchando su música periódicamente desde que encontré este disco. ¿Por qué? Creo que todo se limita a la canción “Buscando el norte”. No hay que malinterpretar mis palabras: creo que su trabajo es bueno (en especial este disco), pero esta canción me llama especialmente la atención.

Sigo buscando el deseo que me haga soñar
buscando el norte.

En primer lugar, debería decir que todo lo que comente va a estar orientado hacia mi forma de pensar cristiana, puesto que, como todos, en lo que pensamos se ve reflejada nuestra forma de ver el mundo. Así que Dunedain es un grupo cristiano, pensarás. Pues no. Aquí es donde está la parte interesante: creo que, como dice esta canción, todos sin excepción estamos en una búsqueda de una verdad que no podemos ver.
La primera parte de la canción habla sobre ilusiones que mueren, lágrimas, el daño de la codicia y la pérdida del amor y la inocencia. Es bastante típico que, para que en la vida de una persona se vea reflejado ese impulso por buscar algo más esté precedido por una pérdida o una tristeza. Lo curioso es que aquí sólo aparece una causa para estas heridas: la codicia. ¿Es posible pensar que la fuente de todo aquello que nos puede hacer daño tenga como origen la codicia? Codicia por dinero, codicia por reconocimiento, codicia por amor, codicia por ser Dios… Al final, si creemos en este punto de vista, no nos queda otra sino admitir consecuentemente que el ser humano, del que sale la codicia, se hiere a sí mismo y a los que le rodean.
 Sigo buscando una luz mientras la oscuridad
llena mi noche.

De todas formas, la primera parte no acaba allí. Hay dos líneas, muy pequeñas y fáciles de pasar por alto, que anuncian que, aunque la tormenta alce su voz, aún puedes mantenerte. De hecho, estas líneas son una introducción para el estribillo. Aquí, la parte clave es la palabra “buscando”, puesto que en cierta forma todos estamos buscando el norte. Toda persona en este mundo debe buscar él mismo una dirección en su vida, una dirección que puede apuntar fácilmente hacia uno mismo (hacia el ser humano, que ya he asumido que es codicioso) o hacia una búsqueda por lo trascendental, una luz en la oscuridad que llena mi noche. Y los que nos llamamos cristianos no somos ninguna excepción, aunque lo más cómodo sea pensar que sí. Para justificar esto simplemente voy a citar la que creo que es la mejor estrofa de la canción:

Mira mi alma, sigue buscando la verdad,
en mis recuerdos se refugió la soledad.
Cuál fue el momento en que murió mi voluntad,
ahora lo entiendo, debo volver a caminar.

En el momento en el que se deja de buscar la verdad, es cuando se pierde lo que te hace humano. La respuesta no es una religión, como la entendemos convencionalmente, sino un camino del que no te puedes apartar.

Y por fin llega la parte final de la canción, que toma todo lo que se ha hablado en la primera, pero desde el punto de vista de una búsqueda de la verdad. La tristeza no es la solución, sólo hay que dar un paso en el camino, buscando el norte.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

viernes, 5 de abril de 2013

NUEVO PERSONAL


¡BIENVENIDOS, nuevos autores de La Realidad en la Ficción! Ya formamos un grupo de al menos cinco autores, y se espera que se adjunten otros tres, o puede que más. Me alegra que hayáis querido participar en este blog, y os invito a que lo hagáis libremente. Por el momento, nadie ha escrito ningún comentario ni ninguna entrada al blog. Os recuerdo que podéis escribir lo que queráis en cualquier momento. También os explico que voy a escribir una entrada semanal a esta página.
Dadme vuestro parecer: ¿Qué película, novela o lo-que-sea queréis que se comente esta semana? 

martes, 2 de abril de 2013

ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO



El lema lo dice todo: "En el espacio, nadie puede oír tus gritos". Obra maestra de Ridley Scott, es el epítome del horror espacial, un horror en el que la Naturaleza es más hostil que benévola, en el que el casco de la astronave y la protección de tu traje espacial es la única defensa que tienes en el entorno más letal del mundo: fallos en la comunicación, despresurización, micro-meteoritos impactos, radiaciones y la gravedad cero-, los peligros del espacio. Pero el mayor peligro es lo que está ahí fuera para cazar a la tripulación de la Nostromo. Eso es lo que el Alien es: es la más mortífera manifestación de una Naturaleza indiferente a la Humanidad, a la que no le importa el valor de los seres humanos, sino que sólo está interesada en matar para sobrevivir. El Alien evoca en el imaginario colectivo aquellas noches de antaño, en la que la gente se reunía alrededor de fogatas para mantener el calor y protegerse de los depredadores que los cazaban. El Alien nos recuerda el antiguo miedo que tenemos los seres humanos de hacer frente a una fuerza natural que no entendemos y que fácilmente nos puede matar, pero transportada al nuevo ecosistema en el que la humanidad pueda un día caminar: el profundo vacío del espacio interestelar. Ese es el terror de Horror Espacial: el terror de Alien, el octavo pasajero.
Pero xenomorfo de Scott, ya que sería nombrado en la secuela de James Cameron Aliens: El retorno es más que un animal hostil y depredador: va más allá de la brutalidad, pues sus hábitos incluyen una crueldad semejante a la de los humanos, y un medio de reproducción que es, de hecho, un insulto al sexo y el apareamiento. No mata por la necesidad de alimento o protección (ya que no se lo ve comer a sus víctimas, y podría simplemente alejarse de sus enemigos), sino que ataca simplemente porque puede hacerlo. Y el sistema de reproducción de la criatura es igual de horrible: El famoso llamado "facehugger"(abrazacaras) hace su trabajo a través de un método que nos recuerda asquerosamente a la violación oral (que es, de hecho, un medio de inseminación), y la aparición del " chestbuster " (revientapechos) es muy similar a la del nacimiento de un bebé humano llevado a mal, con la vida de la madre en peligro. La cosa es que el Alien obliga a sus víctimas, ya sean mujeres u hombres, para ser madres de la nueva vida. Tal vez por eso la criatura nos horroriza así: la propia criatura es natural, pero sus actos son perversamente antinaturales, quizás recordándonos que puede que incluso a la propia Naturaleza le den igual sus reglas.
Su valor estético aparte, Alien es una de las películas de monstruos que produce más terror, miedo e inquietud por todas estas razones, despertando sensaciones latentes que duermen por debajo de nuestra civilización y nuestra separación de lo peor de la naturaleza, ya que nos recuerda nuestra fragilidad frente a un universo que es, en su esencia, fundamentalmente salvaje. Es el temor al colmillo y a la garra. Simplemente ha sido trasladado al espacio.

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